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miércoles, 23 de mayo de 2012

Encuentran evidencias de sacrificios humanos

Las referencias al sacrificio humano en el México antiguo están registradas en códices, pintura, escultura y en las crónicas escritas por los evangelizadores. A lo largo del país, los arqueólogos han encontrado diversos objetos y material óseo que, por sus características y contexto arqueológico en que han sido hallados, ponen en evidencia esta práctica ritual mesoamericana. Pero la corroboración científica de esta práctica religiosa ahora ya es posible gracias a una novedosa metodología de estudio desarrollada por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de la UNAM, que consiste en estudiar, bajo la lente del microscopio, los restos de material orgánico humano conservados en los objetos antiguos.

En 1993, la restauradora Luisa Mainou, del Laboratorio de Restauración de Material Orgánico, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, recibió del arqueólogo Luis Morlet tres cuchillos hallados en la cavidad oral de restos óseos localizados en el sitio arqueológico Zethé-Hidalgo. Valiéndose del estudio de materiales orgánicos y utilizando el microscopio de barrido, metodología que ya había desarrollado ampliamente en su tesis de licenciatura, la especialista detectó pequeños vestigios de sangre humana.

Desde entonces, por las manos de la especialista han pasado diversos objetos y materiales en cuyas superficies ha logrado identificar sangre, piel y cabellos, material orgánico humano que aporta información vital para comprender el uso que se le dieron a esas piezas.

Entre otros instrumentos estudiados destacan los cuchillos de Zethé-Hidalgo, diversas puntas de maguey halladas en las aguas del nevado de Toluca, que se conservaron gracias a una capa de copal que los cubrió. En estas piezas, utilizadas en autosacrificios, la restauradora identificó vestigios de sangre. También analizó una serie de conchas halladas junto al entierro de una joven de 14 años de edad, en Comalcalco, Tabasco; fragmentos de lo que parecía ser papel amate en una osamenta hallada en Teotihuacan -que resultó ser piel humana-, así como 31 cuchillos de obsidiana que datan de hace dos mil años, hallados en la zona arqueológica de Cantona, Puebla.



Sobre este último caso, Mainou relata que fue en 2010 cuando recibió de la arqueóloga Yadira Martínez Calleja y del arqueólogo Ángel García Cook, los 31 cuchillos de obsidiana provenientes de Cantona, Puebla. Previamente los arqueólogos habían clasificado los cuchillos en tres tipos: cuchillos sacrificiales, tranchets y raspadores. Pero los resultados que la restauradora obtendría de la investigación en laboratorio ayudaría a los especialistas a determinar la función que las piezas tuvieron, si fueron usados para hacer cortes en diferentes partes del cuerpo, según su forma. "Tomé tres o cuatro cuchillos al azar, de las diferentes formas. Lo que hice fue llevarlo al microscopio estereoscópico y revisar todas las partes del cuchillo, por la parte anterior, por la parte posterior y por los cantos. Hice todo el proceso de microscopia electrónica de barrido y en estas primeras muestras encontré restos de sangre, restos de piel y cabello", detalla Mainou.

 Piezas para cortar, rasgar y desollar

 Con el apoyo de la doctora Silvia Antuna Bizarro, especialista en células y tejidos, del Departamento de Biología Celular y Tisular de la Facultad de Medicina de la UNAM, de la bióloga Yolanda Hornelas Orozco, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (UNAM), y de Gerardo Villa Sánchez, de la Subdirección de laboratorios y Apoyo Académico del INAH, las primeras aproximaciones de este estudio apuntan a que los 31 cuchillos fueron utilizados para "cortar, rasgar, desollar y romper", en los rituales y ceremonias religiosas que se realizaban en esa zona arqueológica y que, según las investigaciones previas, "incluían prácticas como la decapitación, la mutilación y el desmembramiento, como parte de la cosmovisión religiosa".

 Pero el trabajo de la restauradora no termina ahí, pues con las casi 600 imágenes que obtuvo y con las muestras obtenidas de los cuchillos, comenzará la labor de interpretación de los datos para poder clasificar el uso específico que tuvieron estos cuchillos.

"Ya se terminó la investigación en bruto, ya se sabe que los 31 se utilizaron y ahora tengo casi 600 imágenes, a partir de las cuales tenemos que determinar qué tejidos tienen para ver en qué partes del cuerpo fueron utilizados", dijo.

 Conservación preventiva

Para la restauradora, el estudio que realiza en torno a estos materiales orgánicos, además de ayudar a los arqueólogos en su investigación, tienen otro fin: conservarlos. Ella asegura que son elementos que podrían aportar más información en un futuro: "No hago este tipo de investigación por investigación misma, sino para conservar esos restos orgánicos en las piezas", dice.

En los rituales mesoamericanos, comenta la especialista, normalmente se realizaba el sacrificio o el autosacrificio porque la sangre tenía un significado especial para ellos, era un líquido vital y sagrado que había que ofrecerlo a los dioses y a la madre tierra para que pudiera haber un equilibrio, entre las comunidades, la naturaleza, los dioses, que hubiera comida y no hubiera enfermedades. "Yo sé de antemano que esto sucedía y mi obligación como conservadora es ver sí existen estos restos de material para conservarlos. No es investigar por investigar. Parte de mi obligación es conservar lo que no está a nuestra simple vista", asevera.

"Conservo lo tangible, lo intangible, lo que estaba a la vista y lo que no es visible a simple vista. Lo que estoy haciendo es conservar lo no visible que son datos muy importantes. Me han dicho: ‘encontraste sangre, ¿y luego?' Lo que normalmente digo es que lo que hago es conservar esos elementos en las piezas", añade.

 Bajo esa premisa, la restauradora se dio a la tarea de realizar un embalaje especial para conservar el material orgánico contenido en los cuchillos de obsidiana, los cuales ya fueron trasladados a la zona de Comalcalco. "La idea era no lavar los cuchillos y dejarlos tal como estaban, les hicimos un embalaje de conservación preventiva. Lo que se hizo fue hacer una cajonera especial, se hizo la forma de cada uno de los cuchillos y estas placas se forraron con una tela especial. Cada uno de los cuchillos está guardado en una funda de Tybek. Así, en lugar de tomar el cuchillo directamente, lo tomas con una funda y eso evita que se pierda el material orgánico que tenga", explica.

 Este procedimiento, conocido como conservación preventiva, es importante porque ayuda a conservar el material orgánico y evita que los datos, que podrían servir para futuras investigaciones, se alteren.

"Conservé el material orgánico en los cuchillos porque sé que es el mejor soporte en los que se pueden conservar para que en un futuro otra persona pueda sacarle más información, que le puedan sacar información molecular o ADN, aunque los restos ya estén mineralizados. La ciencia va avanzando como no nos lo podemos imaginar. Puede ser que en un momento puedan sacarle ADN y puedan ver si a las personas que sacrificaron eran parientes, de qué lugar o región provenían, si eran personas que venían de otra comunidad, si eran cantoneses, xicalancas, o si eran esclavos", comenta la especialista.

 Por eso, Luisa Mainou destaca la necesidad de que el material arqueológico hallado tanto en un proyectos de investigación como en una labor de rescate, no se lave en el sitio, sino que sea llevado al laboratorio tal como está para no perder la información que los materiales orgánicos puedan dar.

 "En algunos casos, lo que puedes perder es la policromía y así pierdes una parte iconográfica, y el sentido de las piezas. Pero también puedes perder datos, por ejemplo, el que estén depositados restos orgánicos, la función específica de un elemento u objeto, que puede ser, como sucedió con estos cuchillos, de ritual o de sacrificio", dice.
Tomado de: http://www.pulsoslp.com.mx/Noticias.aspx?Nota=107323

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