Buscan fósiles de conchas de fuera de Galicia en un castro de la isla
Un equipo de arqueólogos e historiadores busca unos diminutos fósiles de conchas, cual una aguja en un pajar como diría el refrán, en la isla de Ons. Sin embargo, se da la circunstancia de que esta aguja, de confirmarse, tendría una relevancia tal que su hallazgo por especialistas podría poner patas arriba el conocimiento que tenemos sobre las rutas marítimas en la civilización castreña.
El equipo, dirigido por el paleontólogo Benito Andrade, trabaja bajo la supervisión de la arqueóloga Paula Ballesteros, del Laboratorio de Patrimonio, vinculado al CSIC. Sus cinco componentes realizaron una investigación superficial en el castro conocido como Castrelo dos Mouros, y que acaba de rematar recientemente.
El objeto del deseo son unas pequeñas conchas fósiles de un grupo de bivalvos conocido como braquiópodos, datados en el Mesozoico, y del que no existen sedimentos conocidos en Galicia. Benito Andrade explica que los más cercanos a tierras gallegas están en Portugal, «máis abaixo de Coimbra», o en Asturias. ¿Qué hacían entonces conchas de este grupo fósil en un castro gallego en una isla a la entrada de una ría? Esa es la cuestión que intentan responder con este trabajo científico.
Las incógnitas, por ahora, superan con creces a las respuestas. En Galicia no está documentado el uso de fósiles en los castros, anterior a la llegada de los romanos. La confirmación de su aparición en Ons añadiría elementos al misterio porque el director del equipo de especialistas recalcó que para encontrar algo parecido hay que salir de la Península Ibérica para ir hasta Francia. Y ni allí se trata exactamente de conchas de este grupo de moluscos.
«Foi unha particular quen nos falou de que había cunchas de fósiles no castro e incluso nos ensinou un exemplar», concreta Andrade. Es una única pieza identificable, pero su especie y más aún la rareza de su ubicación despertó la curiosidad que se plasma en esta investigación en la isla y que continuará a lo largo de este año. Midieron, pesaron y catalogaron el diminuto fósil, que ha abierto todo un mundo de posibilidades a los historiadores.
Ahora le toca al equipo científico encontrar al menos otro ejemplar en un estrato no manipulado por actividad humana reciente. De esta forma se ratificaría la validez del uso de estas conchas fósiles por los antiguos castreños y se podrían elaborar hipótesis sobre su posible empleo en aquel remoto pasado.
Sobre el terreno
La persona que les alertó les habló de que había más, pero que solo tenía en su posesión una. Les indicó más o menos la ubicación de donde encontró su concha, pero el yacimiento es amplio, el tiempo ha hecho su mella en él y la maleza lo invade inmisericorde.
El Parque Nacional autorizó una revisión a ras del suelo y su personal colaboró con el desbroce de la zona sospechosa de albergar tan preciado tesoro. Aunque sea por una vez, unos fósiles son más valiosos o podrían decir más sobre las relaciones comerciales hace más de dos mil años que la aparición de un escondrijo de oro.
Después de varias jornadas de búsqueda en la isla no apareció nada, pero Benito Andrade no tira la toalla. Confía en la palabra de su informante y cree que hay más fósiles, la cuestión es dónde. «Tentaremos buscar unha zona máis fiable e buscaremos nun segundo intento», precisó.
Uso por definir
Ahora bien, si se confirmase con un segundo hallazgo, y pueda ser documentado in situ por expertos el uso de fósiles de braquiópodos en Ons, la pregunta de cómo llegaron hasta la isla plantea una línea de investigación sobre las rutas comerciales seguidas y la posible significación o importancia que tendrían estos restos.
Andrade sopesa que fuesen el resultado de un intercambio comercial, «cun uso decorativo porque lles chamase a atención». Por ahora, solo está claro una cosa: Ons aún guarda celosamente sus secretos.
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